viernes, mayo 23, 2008

New Orleans, el epílogo de la luz



Hace años, antes de que se cumpliera el milenio, conocí por accidente a la mujer más bella del mundo. Fue el resultado de un sinnúmero de coincidencias que se acumularon para encontrarnos, solos y receptivos, en un momento específico de nuestra respectiva historia.

La reunión era nocturna, la invitación decía para mi desgracia; media gala, caminé horas tratando de encontrar un traje negro de mi gusto, lo encontré ya avanzada la tarde y tuve que incentivar con cientos al sastre para que las composturas fueran rápidas.

La galería en el poniente era la más reputada de esta parte rica y nueva de la ciudad y presentar un libro en ella era un privilegio casi de la realeza, mi muy pequeña participación en este ejemplar fue la traducción del latín (realizada en los viejos días de preparatoria) de pequeñas frases de Cicerón y la buena memoria del autor, condiscípulo y amigo mío desde esas fechas, que me colocó en sus agradecimientos y como presentador.

Por amabilidad, Roberto,el autor, me pidió unas líneas para iniciar la presentación que tendría que leer aterrado en el proscenio colocado para el efecto, que decían más o menos esto:

Roberto, amigos todos:

Al momento en que me solicitaste unas palabras para la presentación pensé y no es soberbia. ¿Cómo decirte que la historia que presentas “New Orleans, el epílogo de la luz” me atrapó desde la primera línea? ¿Cómo explicar ese encantamiento de la mente, mi mente, a la que el texto llenó de imágenes? Ese camino desde la librería, por sugerentes destinos (que parecen terminales) hasta el hotel donde, casi como si no sucediera, se devela paso a paso el misterio, la historia.

Ya no diré más, los interesados que compren el libro.

Sólo quiero añadir, como lo he hablado ya con Roberto tantas veces, que esto de escribir es un asunto muy divertido, quien dice que es doloroso y difícil lo dice para los críticos (en el primer momento escribí crípticos pero creo que son sinónimos) y se termina al colocar, simbólicamente, la palabra fin.

La Literatura es otra historia, esa comienza cuando se da el salto al vacío que es publicar, cuando se le da potestad al lector para que haga con nuestro texto, casi nuestro hijo, lo que quiera, que lo recuerde o que lo olvide, que lo ame o que lo odie y cuando el escritor es muy afortunado que le cambie la vida. Pero esto ya no se debe al escritor. Se le debe al lector.

Muchas gracias.

Alcé la vista del papel y encontré los ojos más profundos y sensuales jamás vistos que pertenecían a una desconocida sentada a unos pasos de mí; verdes, azules, púrpura, violeta, no podía definirlo. El resto de los atributos tan agraciados como los ojos pertenecían a una trigueña (dirían los griegos) cuyo cabello color caoba refulgía en la noche y enmarcaba justamente un rostro con los destellos dorados del durazno, el cuerpo delgado y propio (todo era de ella) con formas que a los estilistas de ahora parecerían rubicundas pero que yo las percibía perfectas. Pero no importaba sus ojos hechizaban.

Pasaron minutos extensos donde se escucharon agradecimientos y palabrería inconexa al respecto del autor y su libro, todo parecía extraño y sólo esos ojos que no me soltaban eran reales, el mundo se detenía y mi pulso a cada momento se aceleraba más.

Terminó como empezó, abruptamente, y nos dispusimos a festejar, ahora como se debe, la publicación novísima; salté casi poseído hacia las bebidas y tras los hermosos ojos.

Quienes me conocen saben que no soy un abierto parlanchín ni muy avezado en las dotes del cortejo. Algo pasó, le hablé, le mencioné su belleza, su encanto; le divertí con frases jugosas y de juego; le describí mi modo de vida hasta convertirlo en caballeresco; le encomendé mi felicidad y le advertí que sin sus ojos terminaría en la ruina y ella reía.

- Mina.

- …

- Editora de una pequeña revista en el norte del país.

- …

- Un curso de capacitación esta semana.

-…

- Hoy jueves terminó.

-…

- Y regreso a casa hasta el domingo.

- Perfecto - sólo eso dije.

Jueves 8:30 P.M. La noche era tierna y los ojos me atenazaban, hablamos, salimos rápido, sin despedirnos, caminamos un poco, buscamos un taxi, hacia el bajo centro, hacia un lugar de jazz; "El Cuac-tro”.

Sonido, lugar y música son de perfección absoluta, nos preguntamos en dónde nos gustaría estar y decimos los dos, al unísono, “aquí y en este preciso momento”.

Jueves 9:45 P.M. Salimos de nuevo a la noche, ya más fresca y con un viento casi primaveral que electrificaba la piel. Le pregunté si quería escuchar más música.

Sin esperar respuesta tome le teléfono y marqué.

-Luis, amigo, necesito ahora mismo un par de boletos para New Orleans, ¡sé que puedes!

Escuchaba el rechinido de los dientes de mi amigo mientras mascullaba una disculpa, al mismo tiempo le pregunté a Mina si tenía pasaporte y visa; la respuesta fue afirmativa y con unos ojos (esos ojos) abiertos como lunas y sonrientes.

-Vamos amigo, sé que sí, ¿cuándo tienes que pagar los boletos? ¿Para el martes?; ya estaríamos aquí y puedes pasar el mismo lunes a mi oficina por el efectivo. Bien, ¡eres el mejor agente de viajes que conozco! Una cosa más, ¿Recuerdas el nombre de aquel hotelito al que me mandaste hace un par de años? Bien, confírmame dos habitaciones contiguas. ¡Ese es mi amigo! ¡Salimos corriendo! El nombre para el otro boleto es Mina…

- Corre, hermosa, tenemos que llegar al aeropuerto en cuarenta minutos.

A la velocidad del rayo tomamos un taxi y nos encontramos en la sala de espera del aeropuerto sólo treinta minutos después.

Ella decía – ¿así sin ropa? ¿y mis cosas en el hotel?

Tomé de nuevo el teléfono y llamé a mi secretaria.

-¿Adriana? Sí, ya sé que es tarde, mañana por la mañana no estaré en la oficina. Mueve todos los compromisos para el lunes y por favor, recoge y guarda las cosas de la señorita Mina que están en el hotel… y págalo, sí, sí, sí y no permitas que utilicen el pagaré de la señorita. Gracias mil Adriana. Nos vemos el lunes, por cierto, prepara para Luis efectivo suficiente para dos boletos de avión, sí, él te dará mañana los datos.

10:30 P.M. El avión a tiempo y casi vacío despegó hacia la ciudad más bulliciosa del mundo.

El horario y la ciudad nos recibieron como suyos, caminábamos ya por la Bourbon Street cuando descubrimos un pequeñísimo hostal “L’Coulombine”, la comida se percibía excelsa (ya por el hambre, ya por el momento), cenamos como si fuera la última y una hora después de nuevo en la calle encontramos uno de los innumerables sótanos donde se toca jazz en esta ciudad.

-Mira, “Ash Club” tiene que ser tuyo - dijo sonriendo.

La música sonó: flugel horn, sax barítono como Parker, guitarra con ese extraño aditamento que parece un dedo metálico y voces, dos en específico: la de él, muy de Armstrong y la de ella, casi contralto, que emanaba de un pequeño y joven cuerpecito que imitaba a la perfección la voz de la Vaughan.

Viernes 5:50 A.M. Justo antes del amanecer. El hotelito que yo recordaba era perfecto, techos de zinc y balaustradas de hierro forjado que asomaban a la calle donde el balcón superior daba sombra a la acera. Sólo en New Orleans.

“D’ambassadeur-vacancy” decía el pequeño letrero luminoso del frente. Casi al alba llegamos hasta su cuarto y nos derrumbamos de cansancio y sueño.

Desperté para cenar, mi hambre era homérica y traté de despertar a Mina, fue imposible, sólo emitía pequeños murmullos cuasi felinos, me duché, me vestí y redacté una nota que dejé sobre la mesilla de noche, salí de nuevo a la calle, pedí en recepción que no la molestaran y que me indicaran un buen lugar para comer, tras hacer los arreglos para que nuestros comunicadores de una vía funcionaran aquí, quedé satisfecho y me lancé a la calle.

Encontré al pasar un hermosísimo vestido azul, que me parecía de su talla, ropa interior de algodón para ambos y una dependienta fenomenal que se encargó de mandar todo directo a la recepción del hotel.

Caminé al lado del falso sepelio escuchando la música durante un buen rato y descubrí un pequeño bar con alimentos justo en la calle que va directo al SuperDome. Como todo en esta ciudad el lugar estaba atestado y con toda clase de personajes, me acerque a un taburete, pedí algo de beber y una colación del día. Con unos dólares menos en los bolsillos el regreso me llevó más tiempo del que pensaba y ya la noche se instalaba cuando llegué a la entrada del hotel.

Viernes 8:15 P.M. Entré a las habitaciones, vi el vestido sobre la cama y me asomé al baño, nada, caminé hacia la otra puerta y en la penumbra recargada sobre el barandal de hierro se insinuaba la figura desnuda de Mina asomada hacia el vacío y con la mirada puesta en la pequeña luna que iluminaba ahora torpemente las avenidas.

Sonrió al verme y con un movimiento felino cayó sobre mí, ya repuesta del cansancio del día anterior, desperezó con besos y caricias sus adormilados murmullos mañaneros, nuestros besos eran unísonos y nuestros movimientos especulares, llegábamos al inicio y finalizábamos de nuevo. Ahí, hora tras hora recorrí caminos desandados a tientas, rememoré antiguos conocimientos y descubrí a ese felino dentro de ella que se agazapaba y me cazaba como si fuera tierno cervatillo, para luego convertirse en la víctima propiciatoria de mi sed de ella, mi sed de su ser, mi sed de sus ojos.

La besé de la nuca a la frente por la vía larga, me beso de lo ancho a lo convexo y la encontré en algún momento en dos océanos, fue una noche larga y provechosa donde los primeros rayos de luz durmieron nuestro merecido cansancio.

Sabado 7:15 P.M. Volví a la vida ya de tarde en este sábado ordinario, desde hacía mucho tiempo no dormía doce horas de corrido, me dormí de noche y desperté lo mismo. Mina sentada a la orilla de la cama esperaba pacientemente, de azul, mi despertar; había bajado al lobby y descubrió una pequeña tienda para caballeros donde compró un hermoso (y fino) pantalón y una camisa holgada ambos de lino.

Ataviados con los gustos del otro nos adentramos en la noche del golfo para buscar música y alimento, fue muy corto el tiempo, existía una urgencia para regresar que nos llenaba los ojos, esos sus ojos intensos, que nos cerraba la boca y nos hacía palpitar.

Comimos y salimos disparados hasta la cama del hotel donde repetimos, casi de forma idéntica, el amoroso abrazo de la noche anterior, sólo pequeños detalles parecían diferir, las marcas obscuras debajo de los ojos, sus facciones ligeramente más afiladas, ese brillo extraño de su sonrisa a la luz de la luna y esa mirada de deseo primigenio que en algunos momentos se intensificaba.

Nos amamos ahora sí como nunca, como siempre y dejé las cortinas descorridas y las ventanas de par en par, no deseaba dormir sino sólo descansar para besarla con la aurora.

Domingo 6:02 A.M. No quería abrir los ojos pero ya sentía que el amanecer entraba por la ventana sería la primera vez que observaría a Mina a la luz del día, me giré sobre la cama, encontré sus ojos tristes y una sonrisa que sólo podía describir como agradecida y mortal.

En ese momento el sol tocó su hermoso rostro que se tornó sombrío al instante y con horror vi cómo su cara y su cuerpo se pulverizaron y convirtieron en una ceniza gris que una súbita ráfaga de viento arrojó lejos de la cama.

Me levanté de un golpe y años de conocimiento occidental se agolparon en mi cabeza, me dirigí directo al baño, y así, desnudo revisé palmo a palmo mi cuerpo para tratar de encontrar cualquier herida o perforación que yo desconociera.

Respiré aliviado y agradecí a la mujer más bella del mundo su amor y su sacrificio.



Arturo Herrera ©

jueves, mayo 15, 2008

Las botas II


Sonó el teléfono celular de Dolores y nos avisó a voz en cuello ▬ Es la Britney, tírenle las llaves para que suba.

Justo en el momento que se nos informaba la llegada del escote corrí por el pasillo a gran velocidad para alcanzar el llavero antes que todos y llegué al límite para cruzar la sala y dirigirme al balcón. Me parecía escuchar el rechinar de los dientes del viejo al deslizarme en silencio con mis botas sobre el parquet recién pulido.

Salí al balcón a toda prisa para poder observar desde aquí arriba los pechos de la niña, tal vez, con demasiada prisa. Comencé a sospechar que algo estaba mal al golpear el barandal con la cadera sin detenerme en ese momento, giró el mundo y yo con él. El intervalo que duró mi recorrido hasta el suelo se amplió con cada segundo y me dije ▬ Gómez estás jodido.

Desde treinta metros sobre el suelo podía verme así, con botas, chiquito y ensangrentado. Hacia la derecha, el viejo y el Pecas, con ojos de espanto, trataban de encontrarle sentido a mi mágica desaparición, la Britney, abajo, emitía aullidos descontrolados que, desde mi posición estratégica, permitían ver el vaivén de sus generosos pechos. Dolores llegó al balcón y con extraños movimientos de las manos limpiaba sus lágrimas y recordaba, quizá, las últimas dos semanas de amor desenfrenado.

La vida era fácil, morir lo fue más.

sábado, mayo 10, 2008

Cuarteto

Noche Vieja

El frío era todo, adormilaba.

Cerrada hasta las cañas la tapa aún dejaba pasar el aire; allá arriba en la cocina se escuchaba el ajetreo normal para un festejo de noche vieja; aquí abajo en la coladera, en el albañal, Crucita se pegaba al tubo de agua caliente para recibir su calor y transmitírselo en míseras gotas de calostro a Junito que nació el 24 y todavía no lloraba.

Chema buscaba en los despojos algo comestible y encontró una botella casi llena y con el corcho roto, la etiqueta rezaba “Chateau Laffitte, 1955”: sería su brindis de noche vieja. ¡Salud!

Yo no sé qué soy

▬ Yo no sé qué soy, Señor, sólo sé lo que es el hambre ▬ dijo Teobaldo y avanzó dos pasos más con la escoba ▬ soy el hambre, Señor, no recuerdo un día sin ella ▬ continuó ▬ esa hambre porfiada que no te suelta, que te muerde aquí dentro, Señor, las tripas.

▬ ¡Cuidado! ▬ gritan atrás y se escucha acercarse veloz y violento a un auto con un adolescente al volante ▬ hay que cuidarse de los borrachos y los niños que conducen a esta hora, son un arma cargada y sin consciencia ▬ asevera el Patotas.

▬ En este trabajo hay que tener reflejos ▬ sonríe la Meme al tiempo que ejecuta una cabriola para evitar la embestida.

Teobaldo, la Meme y el Patotas son la retaguardia del equipo de barrenderos que día a día limpian el Viaducto, son los experimentados, los avezados en estas lides que requieren dos sapiencias, el reflejo de un torero para esquivar los autos y los brazos de un atleta para barrer los kilómetros que les tocan antes del amanecer.

▬ Yo soy el hambre ▬ repite Teobaldo como todos los días hasta que termina el turno y se dirige al café de chinos que se encuentra a la vera del arroyo vehicular ▬ yo soy el hambre, Señor, ▬ le dice al personaje imaginario que le ha llevado varias veces al siquiátrico ▬ y cállese que no me deja trabajar.

Habitación

Despierto en la pequeña habitación que me cobija, arriba y abajo hay amigos que están el la misma situación; solos y pobres nos adueñamos de esta edificación antigua y descuidada… un viejo teatro; solos y pobres comemos la basura en los supermercados; solos y pobres viajamos en el metro sin pagar y expuestos a la ruda autoridad.

Pero la vida es bella, no es el hecho de robar, es la vitalidad que se siente al huir del “Poli” desmedido, es el momento mágico cuando se estrella el escaparate, es vivir marginal.

Milady vive aquí hace ya un mes, flaca y translúcida, es hermosa y nuestros cuerpos se acomodan bien, ese calorcillo que sentimos al acercarnos. El Munch dice que es pura lujuria, para él todo es lujuria. No es así, hay algo más que cuerpo en ese calorcillo, hay dulzura y pan, hay sentido.

Los cómicos de la platea superior se ríen de nosotros, les divierte nuestro movimiento espasmódico como a saltitos. En ocasiones extraño la privacidad, tocarse y que te vean parece desmedido.

Milady fue rubia, así aparece en su fotografía, la droga y el hambre han hecho su trabajo, ahora es… Bella, a mí me lo parece.

Tal vez cuando sea vieja, cuando cumpla veinte, ya no me gustará, ya no será bella. Ahora es.

¿Ya está la luz?

▬ ¿Ya está la luz?

▬ ¡Ya está la luz!

Es tan hermoso ver la luz, te acercas y encuentras todo despejado, te mueves sin cuidado y sin miedo, te conoces por fin. El resultado un hogar amplio, cómodo y céntrico, para no deambular por la ciudad.

Antes de reptar por el nicho de la telefónica y encontrar este vacío, antes de robar la energía, antes de la luz. Vagábamos días y noches, vagábamos hambre y desconcierto. Lo llenaremos poco a poco, lo alumbraremos.

Los hogares del estado son aburridos, no podemos hacer nada, nos atan si no hacemos caso, nos maltratan, nos ignoran y no se puede hacer el amor.

Quiero tanto al Verrugas. Le digo ▬ Ándale “Verr” tócame, tócame los pechos aunque nos vean. Él, penoso, sólo mueve la cabeza y se voltea a otro lado, pero si en la tarde consigo algo de comer se pega a mí como huérfano y mascota, como amante feroz y desalmado. Ahí aprovecho o me da “calor” o no come

Y él me dice ▬ Órale “Muchita” apúrate que ya tengo hambre.

Nuestros días son de búsquedas, casi nunca de encuentros, desandamos los andenes, recorremos callejuelas y nos acercamos a los supermercados esperando que no exista un “acuerdo” con los basureros y nos permitan hurgar en los primeros tiraderos. Es un paraíso, encuentras cosas tan frescas, tan lindas, tan sabrosas. Y ahora al terminar vamos al hogar. ¡Como un trabajo de oficina!

Descubrir este lugar fue una suerte. Justo al lado del “preciso”.

Y si en la calle te preguntan ▬ ¿Dónde vives?

Uno puede responder ▬ ¡En el Palacio Nacional!


Arturo Herrera ©

domingo, mayo 04, 2008

Haiku II

VI

Recto sendero

donde cae suave polvo

lágrimas secas.

VII

La muerte oscura

que iguala tu rostro;

humo y espejo

VIII

Miro un lucero

desde el este en llamas

pluma y serpenta

IX

Ome teotl

ipalnemohuani

tlaxocamati

X

Rosa difusa

si te miro existes,

vetusta idea

.

Arturo Herrera ©

jueves, mayo 01, 2008