jueves, agosto 19, 2010

Roger, el oso



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Roger era un oso, un animal marrón, de tierra, con increíbles rayas negras, educado en su andar nunca marcaba el piso con sus garras, diligente con su deber sólo cazaba lo estrictamente necesario. Pensaba – si elijo la presa con cuidado es seguro que ayudo a la naturaleza –así, en su oficio, trataba con seres que no tenían que estar ahí. Seres que olvidaban su destino, que caminaban por el bosque con tristeza y desaliento. Les daba paz.
Roger era un oso, su soledad amiga le permitía divagar sobre el estado de las cosas, sobre el fluir de los ríos que vienen de las montañas, rápidos y delgados cuando la pendiente es mucha y anchos y lentos en la planicie. Observaba con claridad el mismo proceso en sus presas, ágiles en su juventud y lerdos al llenarse de edad y enfermedad. Estos últimos eran sus cazas. En sus largas caminatas dejaba vagar sus instintos que indubitablemente lo llevaban a la elección adecuada.
Roger era un oso, sentía también el correr del tiempo, acumulaba tristeza y desaliento, esa mañana sus pasos lo llevaron al gran monolito que afloraba en la mitad del bosque, sus paredes casi verticales se elevaban varios cientos de metros y tocaban las nubes bajas, las atrapaban. Sus agudos sentidos le anticiparon la llegada de la jauría, acomodó su cuerpo contra la pared de roca y esperó tranquilo la llegada de los perros.
Roger era un oso, y su paz llegó un poco después que la manada.

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