lunes, septiembre 29, 2008

Manual de egonomía I


Sábado 27 de septiembre "El Ágora" del Parque Naucalli

Todos estabamos invitados por Fernando a la lectura del grupo que coordina Elisena (Maga blanca) con el maestro Odilón : El grupo Urawa... y disfrutamos las lecturas de Roberto Omar, Elías Dávila, el propio Odilón y un par de escritores toluqueños más (Disculpen la falta de apellidos y los nombres de los otros dos amigos pero soy muy despistado).  Por el Congal sólo aparecimos Natalia y yo.
La lectura fue multitudinaria (veinte almas, niños incluidos). El rumor sobre mi timidez quedó confirmado.

No queda más que decir, sólo que me divertí mucho. 

(Camarógrafa y sonidista: Natalia Olvera)

domingo, septiembre 21, 2008

Microbiología

Corrían los años anteriores al error, la vida era difícil pero no como llegó a ser después. Justo a la mitad de mi tercera década, la posición que disfrutaba en el trabajo era óptima (promovido a una dirección administrativa y con un paquete accionario que me convertía en uno de los tres socios) y las mieles del éxito comenzaban a tocarme.

 Era viernes y la llegada de un proveedor que venía de una ciudad de occidente nos atrasaba la salida.

 ▬ Sr. Moreno los saldos y los descuentos de su cuenta ya están completos. ¿Desea otra cosa?  ▬ Le dije al proveedor rodeado del Director General y el Director de Ventas. Por cierto, los otros dos únicos directores de la compañía y socios mayoritarios.

 

Esperaba terminar al fin esta semana de terror puro, mi mente ya no me pertenecía, divagaba sin sentido desde que finalicé, venturosamente, la enredada cuenta herencia de mi antecesor (causa de mi ascenso y su despido); deseaba sólo ir a casa a descansar y dormir hasta el lunes.

 ▬ Nada, ya estamos totalmente de acuerdo ▬ dijo Moreno

▬ Entonces firmemos el visto bueno para finalizar.

Y contestó ▬ Una cosa más, no pueden dejarme solo y aburrido en el hotel hasta el lunes que me devuelvo a Guadalajara, les invito una copa.

 Mis jefes me miraron casi con ternura y el mayor dijo:

 ▬ Nosotros no podemos pero Daniel estará encantado en acompañarte, los primeros tragos van por mi cuenta.

 Moreno ladró ▬  Nuncamente”, ya que Daniel terminó más rápido de lo que todos esperábamos. Este safari lo invito yo.

 Y salimos a la noche con la sorna de mis nuevos socios a mi espalda.

 Con los años Miguel Moreno y yo nos hicimos buenos amigos, pero esta era mi primera salida “ejecutiva” representando a la compañía y con nuestro mayor proveedor.

 Acostumbro no dejar cosas sin decir lo que evita, por lo general, malos entendidos; así que dije ▬ Soy novato en estos menesteres Sr. Moreno así que creo se va a aburrir una enormidad conmigo.

 Se río y de forma estentórea, como todo en él,  dijo ▬ Primero, me llamo Miguel y en segundo lugar, no te preocupes, yo sí tengo la experiencia.

 Y me dio un manotazo en la espalda con una de esas manos inmensas que posee.

 Ya en el estacionamiento sacó uno de esos primeros celulares gigantes y llamó.

▬ Rubén eres hoy el conductor contratado, estoy en…

 Diez minutos después llegó un auto que parecía particular con Rubén y un sinnúmero de botellas y vasos acomodados en un mueble diseñado ex profeso para el auto.

 ▬ Rubén será nuestro guía en este safari que iniciamos ahora ¡A beber! … ¡Salud!...

 

***

A las dos de la mañana después de pasar por un gran número lugares, beber lo que me parecían varios litros de esas botellas de Rubén y pasar por múltiples establecimientos donde las mujeres que encontrábamos eran extremadamente jóvenes e involuntariamente desnudas ya me había acostumbrado al coro de ellas cada vez que hacíamos aparición.

 ▬ Vaya, Miguel, al fin traes carne nueva.

▬ Mira, es joven y bonito.

▬ ¡Tiene cara de estudiante!

 Al final, llegamos a un lugar que parecía una residencia en el área más costosa de la ciudad. Miguel dijo ▬ Este lugar, Daniel, es tan exclusivo que sólo aceptan a la elite y a sus invitados. ¡Tienes suerte de que yo sea miembro!

 Era idéntico a los bares anteriores aunque aquí las mujeres estaban más y mejor vestidas, diría que hasta elegantes.

No parecían pertenecientes al gremio más antiguo del mundo.

 Nos sentamos ante una minúscula mesilla con el espacio suficiente para dos vasos y un cenicero, después de tanto beber me dirigí al baño, que como todos los baños de todos los tugurios de todas las ciudades estaba custodiado por el mesero premiado que solícita y amablemente pide escuálida propina por un servicio que es imaginario.

 Ya en la oscuridad, de vuelta, buscaba afanosamente la mesa y descubrí que Miguel se encontraba ahora con dos mujeres, como había sucedido en los lugares en donde nos detuvimos anteriormente, me esforcé por acércame y ser lo suficientemente educado para rehusar, de nuevo, los favores contratados por el experimentado proveedor.

 Tenía que aceptar que las dos mujeres eran hermosas y sin ninguna traza de mal gusto, sobre todo la trigueña de aproximadamente treinta años y vestida de blanco.

 Levantaron la vista y se pusieron de pie y con la luz al otro lado de la mesa la visión del cuerpo de la trigueña con un faro a sus espaldas fue explosiva.

 ▬ Daniel, nuestras dos amigas han aceptado tomar una copa con nosotros ▬ e inmediatamente después desapareció de mi vista llevando casi a rastras a la mujer de rojo.

 La trigueña, sentada de nuevo, extendió la mano y dijo ▬ Isela, mi nombre es Isela.

 Mano seca y amistosa a la que le seguía un antebrazo sólido y un brazo bien torneado (no se parecía en absoluto a los brazos escuálidos de hoy día), las clavículas visibles pero no protagonistas, un torso redondeado e invitador, una cintura escasa (muy escasa), caderas ingentes y piernas capaces de sostener un templo salónico.

 Hablar con ella era una experiencia,  de ese cuerpo contundente emanaba una voz aguda y dulce de niña de párvulos y la combinación en lugar de repeler atraía profundamente.

 Hablamos de nada casi diez minutos y finalmente dije ▬ Isela yo sé que es tu trabajo y me parece poco amistoso no  decirte que de esta mesa no vamos a pasar.

 Y contestó ▬ No te preocupes, Miguel me dijo que eras difícil y que no me enojara si me mandabas a paseo, hoy no tengo ganas de trabajar y te elegí desde que entraste, así que, relájate.

 No acostumbro sorprenderme de lo que dicen los demás (en general la conversación civilizada es bastante obvia y tediosa) pero esta vez me quedé sin voz.

 A partir de ahí, hablamos.

Hablamos de su hijo con problemas de vista y le recomendé a una amiga terapeuta.

Hablamos del corazón de mi abuela y me proporcionó el teléfono de un “buen cliente” (como dijo ella) que ejercía con buena reputación la cardiología

De sus clientes regulares que le proporcionaban una buena vida.

De mi estrategia para retirarme a los cincuenta y cinco.

De  su ambición de casarse y apaciguar su vida.

De mi sentimiento de no pertenecer a la normalidad.

De sus salidas a lugares como este para aumentar su “cartera”.

De mi inquietud por escribir.

De su avidez por leer

De literatura latinoamericana.

De escritores norteamericanos.

De filosofía hindú.

De la piedra del sol.

De la región más transparente.

Del sótano del Aleph.

De sus treinta y tres años.

De mis treinta y cuatro.

De los hombres, ella con conocimiento.

De las mujeres, yo sin ninguno.

 Pasaron así tres horas casi sin darnos cuenta, sin querer que terminara, con temas pendientes por lo menos para otras dos, con tristeza y con desesperanza.

 

Miguel regresó del lugar por donde había desaparecido con una cara que reflejaba tal satisfacción que resultaba obvia su procedencia.

 Preguntó con esa voz inmensa ▬ A ver, Isela ¿Lograste tu cometido?

Ella contestó ▬ ¡Nunca nadie me había dejado tan satisfecha!

Miguel espetó sorprendido ▬ Entonces.  ¡Cuanto debo por la proeza!

▬ Nada, Miguel, fui tan feliz que no puedo cobrarlo.

Miguel enmudeció y me miró desde ese momento con un respeto que a mi me hacia reír (nunca le dije la verdad) y facilitó para siempre mi trabajo con él.

Al salir ella intercambiamos tarjetas personales con el número de su localizador y uno más para dejar mensajes.

 

***

Después de tantos años, después de visitarla tantas veces en su casa, en algún bar o restaurante, después de compartir tantos momentos; siempre amiga, siempre confidente. Recuerdo ahora el aviso de su boda con aquel hombre adinerado para después hablar como siempre y hacer el amor por primera y única vez.

Esa fue la última ocasión que la vi.

Y ahora, al encontrarla entre algunos papeles viejos, descubro que aún me sorprende el texto de su tarjeta de presentación. Tarjeta que puede olvidarse sobre la mesa del hogar sin causar una hecatombe.

 

 

Dr. Eulógico I.  Sela

 Microbiólogo

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Arturo Herrera ©