sábado, mayo 10, 2008

Cuarteto

Noche Vieja

El frío era todo, adormilaba.

Cerrada hasta las cañas la tapa aún dejaba pasar el aire; allá arriba en la cocina se escuchaba el ajetreo normal para un festejo de noche vieja; aquí abajo en la coladera, en el albañal, Crucita se pegaba al tubo de agua caliente para recibir su calor y transmitírselo en míseras gotas de calostro a Junito que nació el 24 y todavía no lloraba.

Chema buscaba en los despojos algo comestible y encontró una botella casi llena y con el corcho roto, la etiqueta rezaba “Chateau Laffitte, 1955”: sería su brindis de noche vieja. ¡Salud!

Yo no sé qué soy

▬ Yo no sé qué soy, Señor, sólo sé lo que es el hambre ▬ dijo Teobaldo y avanzó dos pasos más con la escoba ▬ soy el hambre, Señor, no recuerdo un día sin ella ▬ continuó ▬ esa hambre porfiada que no te suelta, que te muerde aquí dentro, Señor, las tripas.

▬ ¡Cuidado! ▬ gritan atrás y se escucha acercarse veloz y violento a un auto con un adolescente al volante ▬ hay que cuidarse de los borrachos y los niños que conducen a esta hora, son un arma cargada y sin consciencia ▬ asevera el Patotas.

▬ En este trabajo hay que tener reflejos ▬ sonríe la Meme al tiempo que ejecuta una cabriola para evitar la embestida.

Teobaldo, la Meme y el Patotas son la retaguardia del equipo de barrenderos que día a día limpian el Viaducto, son los experimentados, los avezados en estas lides que requieren dos sapiencias, el reflejo de un torero para esquivar los autos y los brazos de un atleta para barrer los kilómetros que les tocan antes del amanecer.

▬ Yo soy el hambre ▬ repite Teobaldo como todos los días hasta que termina el turno y se dirige al café de chinos que se encuentra a la vera del arroyo vehicular ▬ yo soy el hambre, Señor, ▬ le dice al personaje imaginario que le ha llevado varias veces al siquiátrico ▬ y cállese que no me deja trabajar.

Habitación

Despierto en la pequeña habitación que me cobija, arriba y abajo hay amigos que están el la misma situación; solos y pobres nos adueñamos de esta edificación antigua y descuidada… un viejo teatro; solos y pobres comemos la basura en los supermercados; solos y pobres viajamos en el metro sin pagar y expuestos a la ruda autoridad.

Pero la vida es bella, no es el hecho de robar, es la vitalidad que se siente al huir del “Poli” desmedido, es el momento mágico cuando se estrella el escaparate, es vivir marginal.

Milady vive aquí hace ya un mes, flaca y translúcida, es hermosa y nuestros cuerpos se acomodan bien, ese calorcillo que sentimos al acercarnos. El Munch dice que es pura lujuria, para él todo es lujuria. No es así, hay algo más que cuerpo en ese calorcillo, hay dulzura y pan, hay sentido.

Los cómicos de la platea superior se ríen de nosotros, les divierte nuestro movimiento espasmódico como a saltitos. En ocasiones extraño la privacidad, tocarse y que te vean parece desmedido.

Milady fue rubia, así aparece en su fotografía, la droga y el hambre han hecho su trabajo, ahora es… Bella, a mí me lo parece.

Tal vez cuando sea vieja, cuando cumpla veinte, ya no me gustará, ya no será bella. Ahora es.

¿Ya está la luz?

▬ ¿Ya está la luz?

▬ ¡Ya está la luz!

Es tan hermoso ver la luz, te acercas y encuentras todo despejado, te mueves sin cuidado y sin miedo, te conoces por fin. El resultado un hogar amplio, cómodo y céntrico, para no deambular por la ciudad.

Antes de reptar por el nicho de la telefónica y encontrar este vacío, antes de robar la energía, antes de la luz. Vagábamos días y noches, vagábamos hambre y desconcierto. Lo llenaremos poco a poco, lo alumbraremos.

Los hogares del estado son aburridos, no podemos hacer nada, nos atan si no hacemos caso, nos maltratan, nos ignoran y no se puede hacer el amor.

Quiero tanto al Verrugas. Le digo ▬ Ándale “Verr” tócame, tócame los pechos aunque nos vean. Él, penoso, sólo mueve la cabeza y se voltea a otro lado, pero si en la tarde consigo algo de comer se pega a mí como huérfano y mascota, como amante feroz y desalmado. Ahí aprovecho o me da “calor” o no come

Y él me dice ▬ Órale “Muchita” apúrate que ya tengo hambre.

Nuestros días son de búsquedas, casi nunca de encuentros, desandamos los andenes, recorremos callejuelas y nos acercamos a los supermercados esperando que no exista un “acuerdo” con los basureros y nos permitan hurgar en los primeros tiraderos. Es un paraíso, encuentras cosas tan frescas, tan lindas, tan sabrosas. Y ahora al terminar vamos al hogar. ¡Como un trabajo de oficina!

Descubrir este lugar fue una suerte. Justo al lado del “preciso”.

Y si en la calle te preguntan ▬ ¿Dónde vives?

Uno puede responder ▬ ¡En el Palacio Nacional!


Arturo Herrera ©

5 comentarios:

Edgar Paul Palacios Reyes dijo...

Geniales los minicuentos, yo intente uno en el congal, ahi me lo criticas...

Ruy Alfonso Franco dijo...

Estos cuatro relatos inspiran un mediometraje de la pobreza, pero más que horrorizar al público con el descarnamiento de ella, evidenciar la belleza en lo imposible.

Por supuesto, la ironía, el sarcasmo y un humor negro estarían presentes a manera de muda acusación: esto que vez tiene culpables...

Y la música, ah la música; se me antoja, por la paradoja, El Moldavia, de Smetena, maravillosa sinfonía de una fiesta, de una boda (el retrato de los pueblos bajos de la antigua ¿Polonia?, con sus tradiciones, ríos y cascadas, delicioso), sólo para insinuar que hay seres que viven vidas allí donde es imposible vivirlas y todavía tienen tiempo para sonreír.

Maestro, encuentro ahora una apabullante originalidad en tu inspiración y estilo. Me encantó el último relato, de todos, el más brutal.

Sigo con la quijada en el suelo.

Ruy Alfonso Franco dijo...

Evidentemente, "ves" sería con "s" que no con "z".

Por eso odio escribir directamente, pero bueno.

Arturo Herrera dijo...

Gracias hermanito.

Gracias Arathos amigo y si lo ves, por esta vez no hay pex.

:-)

Por la rosa, el péndulo y la lira dijo...

Un gusto tenerte visitando mi espacio, este es muy agradable, como para perderse en la fusión de letras... saLUDOS